Capítulo I. Mis tres presentes

LA ARQUITECTURA DE UN CORAZÓN ROTO

De mi debes saber, que…

Guardo el corazón con discreción,
las puertas al afecto no se abren sin razón.
Me cuesta enamorarme, me cuesta conectar,
Es un proceso lento, un camino que debo trazar.

Pero cuando el encuentro rompe el velo,
y la conexión es un destello en el cielo,
algo profundo se despierta, una verdad desvelada.
Se siente como haber reconectado,
como si el tiempo no fuera nada.

Hay un eco familiar en tu mirada y tu voz,
una resonancia que solo nos pertenece a los dos.
Como si en otra vida nos hubiésemos enamorado,
y este presente fuera el reencuentro anhelado.
No es conocerte, es extrañamente, recordarte.

Mis tres presentes, tú. 

Capítulo I - Te reconocí.

Mi nombre es Laila, vivo intensamente, y esta noche, no será diferente. Voy entrando a casa de uno de mis más adorados amigos, Julio, para celebrar su cumpleaños. El aire en el patio de su casa siempre vibraba con cierta magia. Era el tipo de energía que solo se acumulaba cuando metías a un montón de humanos que sentían las cosas profundamente –los músicos con sus acordes al desnudo, actores en personaje y ahogados en emociones, artistas con ganas de diseñarse la vida y cuanta locura más fue creada para convertirse en una expresión del arte– en un espacio un poco demasiado pequeño. Esta noche, amplificada por la alegría de celebrar un cumpleaños con el vino más barato, el único que podíamos costear, claro está, la vibración era casi tangible, lo podía sentir a flor de piel.

Aferré el libro de poesía a mi pecho, su lomo gastado y familiar y con una dedicatoria que quedará por siempre entre nosotros. Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda. Julio y yo teníamos una tradición, un acuerdo silencioso forjado en charlas nocturnas y adoración mutua por la palabra escrita con sentimientos. Cada cumpleaños, nos regalábamos una colección de poesía que había significado algo para nosotros ese año. Esta me pareció particularmente apropiada; un poco anhelante, y muy llena de emoción. Otro año de poesía. Muy de nosotros, para nosotros.

Encontrar a Julio entre la multitud de gente conversando y buscándose entre sí no fue difícil. Pero su risa, una carcajada fuerte y alegre, siempre destacaba en la bulla. Me vio y vi como su rostro se iluminaba, navegué por la sala, ofreciendo sonrisas rápidas y asentimientos a los rostros que conocía tan bien y también a los que no. Estaba Maya por ejemplo, discutiendo la angustia existencial de un lienzo en blanco con gestos intensos de las manos, parecía italiana, y Liam, con su guitarra en mano, rasgueando una melodía lúgubre y hermosa en un rincón de la casa.

Cuando llegué a Julio, no dije nada al principio. Las palabras a menudo parecían demasiado pequeñas para la profundidad de nuestra amistad. En cambio, le tendí el libro. Sus ojos se suavizaron al tomarlo, un espejo del afecto que yo sentía. Me atrajo hacia un abrazo, del tipo que se sentía como volver a casa. Era fuerte e incondicional, la clase de abrazos que juntan todos tus pedazos rotos.

Justo antes de cerrar los ojos, justo cuando me estaba derritiendo en la comodidad del abrazo, mi mirada se desvió por encima de su hombro. Y entonces, se enganchó.

Al otro lado de la sala, cerca del bar improvisado en la encimera de la cocina de Jude, un chico estaba sirviendo una bebida. Era alto, cómodamente alto, y delgado. No de una manera frágil, sino de una manera que sugería gracia y también ternura. Sus manos eran largas y masculinas, sin saberlo, seductoras mientras sostenía el vaso, tenía una intensidad muy tranquila en él, incluso desde la distancia podía sentirla. No era ruidoso como los músicos, ni dramático como los actores, o perdido en su propia cabeza como suelen ser los escritores, incluyéndome a mí. Él simplemente estaba... allí. Observando. Y para mi suerte, existiendo en el mismo espacio que yo.

Mientras tomaba el primer sorbo de su trago, sus ojos, oscuros y sorprendentemente profundos, se encontraron con los míos.

El mundo, por un segundo único y suspendido, pareció aquietarse. El zumbido de la fiesta se desvaneció en un murmullo distante. No fue el tipo de contacto visual que se sentía agresivo o atormentado, el tipo que había aprendido a desviar con los años. Fue... suave. Curioso. Como si viera algo, o tal vez solo a mí, y simplemente lo estuviera reconociendo, de otras vidas, quizás.

En ese breve y consciente momento, algo cambió. Fue un pequeño temblor, una ondulación en la superficie de la calma cuidadosamente construida que había diseñado para proteger mi corazón después de la última vez que se había roto en un millón de pedazos diminutos y poco románticos. No había esperado sentir nada esta noche más allá de la calidez familiar de la amistad y el confort de estar entre mi gente. Ciertamente había dejado de esperar sentir esto. Esta chispa de interés inesperado, esta pequeña sacudida que se sintió diferente, me dió una calma que nadie más me había dado antes.

Mi historial con el romance era, por decirlo suavemente, complicado. Dos relaciones largas, dos implosiones que me convirtieron en la poeta que soy hoy. Amaba a lo grande, con gestos románticos, cartas escritas a mano y viajes espontáneos en coche camino a ninguna parte.  Resultó que no mucha gente podía manejar tanta... “intensidad”. Se desmoronaban bajo el peso de sentir que debían ser igual de románticos que yo, o peor, lo daban por sentado hasta que me quedaba de pie entre los escombros, preguntándome si simplemente era "demasiado". Así que después de la segunda, me había jurado ser diferente, contenerme, proteger los bordes más suaves de mí misma y ser menos yo, pretender que no me importa tanto.

Pero al mirar a este completo desconocido, en el océano de amigos de Julio, algo dentro de mí se revolvió. Era el susurro más diminuto de un pensamiento, una pregunta que no me había permitido hacer en mucho tiempo: tal vez, solo tal vez, aún quedaban algunas historias por escribir. Y quizás, solo quizás, este desconocido alto y, con una mirada gentil de ojos observadores tan negros como una noche sin luna, guardaba el primer capítulo de la vieja yo enamorándome de nuevo.

 

Libro: La arquitectura de un corazón roto. 
Julio 2025

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