Soledad, siéntate junto a mí.
Share
Nos movemos en un mundo que a menudo parece temer al silencio, a los espacios vacíos, a la ausencia de otra voz que no sea la propia. Se mueve el mundo a un ritmo frenético, impidiéndonos, en ocasiones, escuchar la suave cadencia de nuestro ser. La soledad es esa compañera ineludible de nuestra existencia, vestida con el ropaje del estigma, confundiéndose como karma, indeseada, dolorosa y tan temida soledad. Sin embargo, hay una forma de soledad que no resta, sino que suma; una soledad elegida, abrazada, que se convierte en el cimiento más firme del amor propio.
Es tentador buscar en el reflejo de otros la validación que creemos no tener. Anhelamos la compañía como un bálsamo que cure las heridas de la inseguridad o el vacío interior. Pero, ¿qué ocurre si esa búsqueda responde más a una huida que a un deseo genuino de compartir desde la paz? Buscar en el otro la pieza que nos falta nos condena a relaciones de dependencia, donde el vacío interno proyecta sombras sobre la conexión, impidiendo que la luz del amor incondicional brille con fuerza y pureza.
Aceptar la soledad como un espacio seguro es un acto radical de amor propio. Es sentarse con uno mismo, sin distracciones ni artificios, y atreverse a escuchar. Es permitirse sentir, sin juicio, la gama completa de emociones que el alma demanda sentir. Es reconocer nuestras virtudes, pero también nuestras faltas, abrazar nuestra luz y también las sombras. En esa búsqueda honesta, descubrimos las maravillas que existen en nuestro universo interior, un paisaje vasto y complejo que merece ser explorado y habitado con paciencia y ternura.
La soledad consciente nos regala la oportunidad de tener una relación inquebrantable y poderosa con la única persona con la que pasaremos el resto de nuestra vida: nosotros mismos. Nos enseña a nutrirnos desde dentro, a encontrar magia en nuestra propia compañía, a ser nuestro propio refugio en la tormenta y nuestro cómplice en la calma. Cuando respiramos esta paz interior, la compañía del otro deja de ser una necesidad y pasa a convertirse en una decisión.
Amar nuestra soledad, con sus luchas y sus triunfos, es donde vive la verdadera fortaleza para construir lazos incondicionales. Porque, y esta es una verdad que obviamos en nuestra obsesiva búsqueda de pareja, si no estas en paz con tu soledad, no estas listo para estar acompañado. La paz con uno mismo es el ticket al tren de las relaciones sanas y equilibradas, donde no buscamos que el otro nos complete, sino que compartimos lo que realmente somos.